Uno de los mitos más peligrosos en conservas caseras es pensar que basta con sacar el moho visible y el resto del frasco sigue siendo seguro.
La verdad: lo que vemos sobre la superficie es solo la parte visible del moho, llamada fructificación.
Debajo de eso, el micelio forma largos filamentos que se extienden por toda la conserva. Estos filamentos muchas veces producen toxinas que no se ven ni se eliminan al retirar el moho.
Además, el moho se alimenta del ácido de la conserva, lo que puede subir el pH y, en algunos casos, permitir que el Clostridium botulinum se reproduzca, volviendo la conserva peligrosamente tóxica.
Moraleja: si tu conserva tiene moho, no la uses. Es mejor desecharla y aprender de la experiencia para la próxima tanda. La seguridad siempre va primero.