Volví de viaje y, como suele pasar, volví medio enferma. Pero entre una infusión y otra, me encontré con una pregunta que muchos me hacen: ¿cuántas veces se puede reutilizar el yogur?
La respuesta corta: varias, mientras esté en buen estado. Pero si aparecen hongos, ahí sí, no hay discusión: ese yogur se descarta. Es momento de arrancar de nuevo con uno fresco.
Cuando preparo yogur, siempre uso leche entera. Tiene más sólidos y deja un resultado mucho más firme y cremoso. También me gusta sumar leche en polvo (cualquiera está bien): tres cucharadas por cada litro de leche. Si querés que se disuelva más fácil, podés entibiar un poco la leche, aunque algunas se integran bien igual, sin calentar.
Para el fermento, uso un yogur natural cremoso, sin sabor. Si solo tenés uno de frutilla o vainilla, también sirve: las primeras veces vas a sentir un leve gustito, pero después desaparece. Lo importante es que en la etiqueta diga bacterias lácticas vivas y no “alimento a base de yogur”, porque eso no funciona igual.
Una vez mezclado todo, revolvés bien. Si te gusta el yogur dulce, este es el momento de agregarle azúcar, miel o lo que prefieras (yo lo dejo natural).
Después lleno los frasquitos con la mezcla y los dejo fermentar. El tiempo depende de qué textura te guste:
A partir de las 4 o 5 horas ya podés espiar cómo viene.
Si lo querés bien firme (como a mí), dejalo 8 o 9 horas.
Cuando llega al punto justo, va a la heladera para terminar de endurecer —o, dicho más técnicamente, gelificar.
Si querés hacerlo más tentador, también podés poner una capita de mermelada en el fondo antes de llenar los frascos. Y sobre si taparlos o no, eso queda a prueba y error: hacé tu experimento y fijate cómo te resulta mejor.
Por último, la eterna duda: ¿yogurtera grande o chica? Depende de cuánto yogur consumas y cuántos sean en casa.