Hay momentos en la cocina que uno no olvida. El mío fue este: la olla hirviendo, el caramelo burbujeando… y yo confiada. Hasta que, como diría Tucson, “puede fallar”. Y falló. Se me volcó todo. Se rebalsó la olla, se pegoteó el azúcar y se quemó.
Pero no todo está perdido. Te cuento cómo sacarlo sin usar esponjita de acero ni productos abrasivos. Spoiler: no hace falta magia, solo un poco de paciencia.
Primero, dejá la olla así, tal cual, y olvidate de ella hasta el día siguiente. Cuando el azúcar se enfría, se cristaliza, pero con el agua que queda o que podés agregar, al día siguiente se disuelve sola.
Con guantes y una esponjita común (nada de apretar demasiado), sacá lo más grueso primero. Si tu olla es de acero inoxidable, podés usar una de esas esponjitas metálicas suaves, siempre con cuidado para no rayar.
Después, trapito, más agua y paciencia. Vas a ver cómo de a poco se va soltando todo lo pegado y la olla vuelve a brillar, casi como nueva.
Porque sí, a veces en la cocina las cosas fallan. Pero con un poco de cariño (y sin desesperarse), todo tiene arreglo.